Al otro lado de la cama: Vincenzo Natali

Canadiense tenía que ser. Admitámoslo, el cine canadiense es de los peores que hay en el mundo. Obviamente tiene sus buenos productos (Enemy, CRAZY, las películas de Cronenberg...), pero no es precisamente famoso por brindar al mundo perlas dignas de elogiar. Tiene algo muy peculiar, algo muy... canadiense. En el peor sentido de la palabra. Total, que esta semana nos enfrentamos a un loco, pero no un loco cualquiera, sino un loco canadiense. Sí, sí, canadiense, habéis oído bien. No os lo esperábais, ¿verdad? Yendo al grano (que expresión más curiosa, no consigo entender en que situación "ve al grano" puede significar "no empieces a divagar como un cabrón pedante y dime ya qué coño quieres"), esta semana hablamos de Vincenzo Natali, me temo que probablemente el director con menos talento con el que nos hemos topado en "Al otro lado de la cama". Que, por cierto, vaya cara de francés tiene el tío. Ay no, que no era francés, que era canadiense. A veces los confundo. Como sabiamente dice mi padre: "Francia es un país muy bonito, lástima que esté habitada por franceses".

Curioso tipo este Vincenzo. Y curioso como le tratan también. Por alguna razón, tiene el culo bien relamido por los críticos en general (bueno, almenos con "Cube"), y la verdad es que no entiendo por qué. Y no, esta vez no me refiero a porque es canadiense (pero claro... es que es canadiense), sino a que, básicamente, no es muy buen director. Su película más valorada y más conocida es "Cube", su ópera prima, película del año 1997. Y de Canadá. Total, que la película tiene una premisa interesantísima: unas cuantas personas se despiertan en lo que parece ser una especie de laberinto creado con cubos (eso que tiene cuatro, ay, 6 lados (osea 4 más 2)), cubos que ocultan varios secretos y con trampas varias. Todas muy gore, debo añadir, basta con ver el pobre adicto al crack que recibe quimioterapia del principio y ver como, vamos, como es cortado cual filete de buey de Wisconsin. Bueno, pues básicamente, que esa trama se ve desvirtuada a lo largo de la película por culpa de varios elementos como: actuaciones bastante mejorables, una dirección muy irregular (a veces consigue un ambiente tenso y malsano y a veces le da el venazo canadiense, que básicamente reduce al ridículo todo lo que pasa en pantalla), un guión que pierde verosimilitud y posibilidad de empatía conforme avanza la trama, unos personajes muy mal trazados... en fin, que poco a poco se va convirtiendo en algo similar a una mierda de caniche. Ojo, de caniche. Lo más salvable de la película para mí, es un David Hewlett en buena forma.

Y esa es su supuesta mejor película. Aunque no, no lo es. Su mejor película de verdad es "Cypher", una mezcla de un thriller de ciencia ficción al más puro estilo cyberpunk que recuerda a "Matrix". Claro que no le llega ni a la suela de la sandalia. Sin embargo, por una vez, Natali consigue aliberarse de sus tendencias canadienses (las tendencias a hacer que todo lo que sale en pantalla parezca más patético de lo que es) y consigue una tensa y correcta dirección. Pero bueno, no me enrollaré más sobre esta película, que hoy no he venido aquí a echar piropos. Hoy queremos sangre. Y sin duda para sangre no será, porque a Natali bien que le gusta. Es una curiosa mezcla entre David Cronenberg y Uwe Boll. En realidad la mejor colaboración de Natali probablemente ha sido su dirección de algunos capitulos de la serie "Hannibal", en el que sí que no se nota su procedencia norteña.


Y bueno, si lo que queremos es sangre que mejor que su segunda película más conocida (un poco más que "Cypher"), "Splice: Experimento mortal". Famosa, básicamente, porque sale Adrien Brody y Sarah Polley. Osea porque sale Adrien Brody. También conocido como el judío desgraciado de "El Pianista". A pesar de ello, no hay nada más en esa cinta destacable. Bueno mentira, ese intento de Cronenberg de los 80 depravado. Porque no es normal lo que pasa en esta película. Vale, un experimento. Vale, es muy mono el bicho. Vale... espera, no vale. Sexo fuera de lo normal (hoy es día de eufemismos en La Taquilla Roja), un guión sin la menor consistencia, pura depravación... En definitiva, que puede intentar ser todo lo buen director de ciencia ficción que quiera, pero tiene un gran obstáculo que no le permite ser demasiado bueno: ser canadiense.